Vida
Miles de turistas visitan cada año el Coliseo y el Circo Máximo en la ciudad de Roma, pero muy pocos se detienen a visitar la Iglesia que
se encuentra en la avenida que une estos dos grandes monumentos de la antigüedad. Allí, en la casa de su familia, San Gregorio construyó un monasterio y habitó durante algún tiempo de su vida.
se encuentra en la avenida que une estos dos grandes monumentos de la antigüedad. Allí, en la casa de su familia, San Gregorio construyó un monasterio y habitó durante algún tiempo de su vida.
San Gregorio nació en Roma hacia el año 540. Estudió retórica y derecho. A los 31 años el emperador Justino II lo nombró prefecto de la urbe. Pero él sentía un gran atractivo por la vida monástica y por ello decidió vender sus bienes, fundar varios monasterios y él mismo hacerse monje. Sin embargo, no pudo permanecer mucho tiempo en el claustro, pues el Papa Pelagio II lo envió como legado suyo a Constantinopla. Después de seis años allí, pudo regresar de nuevo a su anhelado monasterio, y de nuevo tuvo que salir de él cuando a la muerte de Pelagio, el senado, el clero y el pueblo de Roma lo aclamaron como nuevo sucesor de Pedro; corría el año 590.
La situación religiosa y política del momento no era nada fácil. Él mismo parangonó la Iglesia a una barca vieja, destartalada, suspendida en el abismo y crujiendo ante el momento del naufragio. Para él estaba claro que era necesaria una reforma y con humildad, firmeza y decisión, puso manos a la obra.
Comenzó organizando una procesión de penitencia que durante tres días salió desde siete Iglesias diversas hasta la Basílica de Santa María la Mayor. Su actividad, en poco más de 13 años de pontificado, fue realmente increíble: defendió Roma de la amenaza del rey longobardo Agilulfo; administró los asuntos públicos con escrupulosa equidad; arregló los acueductos de la ciudad; organizó la vivienda de los colonos eliminando todos los residuos de esclavitud; hizo desaparecer la herejía donatista en el África septentrional; luchó contra la simonía y las prácticas paganas dentro de la Iglesia; buscó siempre la concordia y unión con las iglesias orientales asumiendo el título de “servus servorum Dei”. Pero siempre defendía con firmeza el primado de Pedro: a Pedro –escribía– se le había confiado «el cuidado de toda la Iglesia y la supremacía», y el obispo de Roma es la «cabeza de la fe». Gracias a su actividad el pontificado asumió también un gran liderazgo político en toda la península itálica.
Al hablar de este Papa no puede faltar una mención a la compilación y unificación de la liturgia y sus melodías que fue hecha bajo su dirección y que hoy conocemos como “canto gregoriano”. Además de sus numerosas cartas (se conservan 848) y homilías, san Gregorio escribió varias obras.
Murió en Roma el 12 de marzo del 604. En él podemos encontrar juntas las cualidades y virtudes que un santo y un hombre de gobierno deberían tener: el espíritu de oración, la prudencia, la fortaleza, la caridad, la mesura, la dignidad, etc. Todo ello hizo de él un gran Papa, un Pastor que supo guiar a la Iglesia con mano firme durante el difícil paso de la antigüedad a la edad media, un santo que mereció el título de “Magno”.
Fuente: http://www.la-oracion.com/
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